miércoles, 10 de febrero de 2010

GANADERÍA Y PARAMILITARISMO

La ganadería ha jugado un papel importantísimo en la economía colombiana. Más aún, al igual que otros productos del sector agropecuario, la ganadería es un agente fundamental en la construcción de nación y representa uno de los pilares fundamentales del desarrollo capitalista en nuestro país. Con la ganadería, los sectores más opulentos de la oligarquía se aventuran brutalmente a la conquista de la tierra, de las culturas y territorios, y de un pueblo entero que sueña y lucha por la soberanía nacional, así como también refuerzan la esclavitud de los animales* no humanos, idea generalizada de toda civilización.


Según la FAO, la actividad ganadera es una de las que más afectan el medio ambiente. En pastoreo son utilizadas 3.443 millones de hectáreas, lo que significa el 26 por ciento de la superficie terrestre. Un 70 de esta área se está degradando sin dejar posibilidades de cultivo para las futuras generaciones. La ganadería es causante del 18 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 9 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. Más del 8 por ciento del agua total del planeta es utilizada para las actividades agropecuarias de la ganadería.


Es significativo resaltar, además, el fenómeno de aculturación. Uno de los mitos o, mejor, una de las mentiras más generalizadas de nuestra cultura, es pensar “que siempre hemos sido ganaderos”. Así lo afirmó hace poco un trabajador de Fedegan en una conferencia sobre la carne en Colombia, quien se sintió profundamente agredido cuando uno de los ponentes aseguró que el “ser ganaderos” fue una cuestión impuesta que involucró sangre, olvido y sumisión. Desde la Colonia, teniendo en cuenta el significado de la palabra, se empieza a sugerir que la ganadería es una actividad colonizadora e imperialista que sólo beneficia a la oligarquía.


Lejos de ser una actividad natural, la ganadería implicó, e implica hoy día, el uso generalizado de la violencia. Nuestras tierras, inmensamente ricas, morada de los pueblos y culturas aborígenes, se convirtieron en un recurso más para ser explotado. Pero las tierras no son solamente tierra sino también memoria; son ser, cultura, identidad de los indígenas y, para los campesinos de hoy, fuente de alimentación, socialización, creatividad… en pocas palabras, la vida misma, el desarrollo de sus capacidades, la apropiación consciente de sus relaciones sociales.


En ese sentido, la ganadería implica la pérdida de identidad por parte de nuestros aborígenes, forzados a trabajar como ganado. La palabra “ganado” significa aquello que había sido ganado, apropiado. Tanto los animales como los humanos aborígenes habían sido ganados por los colonizadores españoles. Este es el panorama cultural que configura la expansión de la ganadería hacia su modernización, es decir, hacia la imposición no sólo de una actividad económica sino asimismo cultural.


La expansión ganadera, por resultar una actividad económicamente rentable para unos pocos, significó la configuración económica y cultural de la Colombia moderna. A principios del siglo XX, la ganadería empezó un largo pero represivo proceso de modernización. Las implicaciones políticas y sociales de la apropiación de la tierra para la ganadería no tienen precedentes. Desde los discursos estatales hasta el desplazamiento forzado de campesinos, el sector ganadero desarrolló conscientemente mecanismos de integración territorial y de estratos. Las élites vieron en tal sector una manera fácil de generar riqueza, y los gobiernos, en especial los de la República Liberal de los años 30, con todo su cuento de ‘modernización’, no esperaron ni un momento para bombardear con discursos consumistas, higienistas y de bienestar. El propósito era integrar toda la población a la cultura de la carne, olvidando la sangre y los hábitos nativos de nuestras gentes.


En este orden de ideas, la ganadería involucra deforestación y destrucción de ecosistemas con el fin de ubicar los cultivos y los pastizales; además, la pérdida de la cultura indígena, que desde la Colonia se vio diezmada y obligada a un modo de producir, consumir y pensar; y también, claro está, la configuración de un desigual sistema económico que se articula a los grupos violentos del paramilitarismo. Hoy vemos este fenómeno representado por las élites ganaderas del país, que, con formas más brutales e intensas, vinculadas al gobierno paramilitar de Álvaro Uribe Vélez, buscan configurar una injusta estructura económica que reprima cualquier intento popular de transformación social.

La esclavitud animal

La ganadería priva de la libertad a millones de animales, los cuales son posteriormente asesinados bajo la idea de que es justificado y normal porque somos animales omnívoros y tenemos ‘derecho’ de apropiarnos de los animales no humanos. El mismo argumento naturalista es utilizado por los ‘ganaderos’, que afirman que Colombia es ganadero ‘por naturaleza’. Ellos son los mismos que destruyen ecosistemas, desplazan campesinos, y financian paramilitares para consolidar su poder político y económico.

Publicado en la edición 150 del periódico Desde Abajo



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