miércoles, 24 de febrero de 2010

“Las manifestaciones antitaurinas son manifestaciones de descontento popular”


Entrevista realizada por Mecha, en la tarde del Domingo 21 de Febrero, al Centro de Estudios Abolicionistas por la Liberación Animal y de la Tierra (CEA-LA) colectivo integrante de la Red Libertaria Popular Mateo Kramer, que participo activamente en las movilizaciones antitaurinas del primer semestre del presente año en la ciudad de Bogotá.

Mecha: ¿Cuál es su evaluación del ciclo de manifestaciones antitaurinas que hoy terminan?

Centro de Estudios Abolicionistas por la Liberación Animal y de la Tierra (CEA-LA): Pues nos sentimos muy contentos y contentas con las nuevas dinámicas que se empiezan a dar en este tipo de manifestaciones. Desde el 7 de febrero, día en que empezamos a participar, hemos sentido que algo ha cambiado. Lo que vimos durante estas últimas tres jornadas ha sido interesante, pues han aparecido nuevas maneras de hacer activismo y nuevos lenguajes que han comenzado a darle formas más radicales a las movilizaciones. Somos conscientes, así mismo, de que estas no sólo deben expresar el rechazo a las corridas de toros sino también al especismo y al Capitalismo. Creemos que en este sentido se está avanzando a buen paso, sobre todo porque hemos empezado a articular, tanto en la teoría como en la práctica, las injusticias éticas de la esclavitud de los animales no humanos con la violencia social y política del país, representada en toda la simbología taurina y el contexto en el que se desarrolla.

Además de esto nos hemos dado cuenta de la necesidad de cambiar la manera en que damos el mensaje. Creemos que el espacio en el que se desarrolla la lucha contra la tauromaquia, debe ser un espacio propositivo, en donde se generen modos distintos de interactuar con la gente, incluso con los y las taurinas, mostrando y argumentando el porque la fiesta brava es una injusticia y el epicentro simbólico de muchos problemas y esto es algo que se fue impulsando y que con el acto cultural del último día se manifestó más claramente. Los y las jóvenes demostramos que el trabajo colectivo nos puede llevar a grandes conquistas. Claro en esto hay mucho por mejorar, pero hay vamos caminado.

Para terminar, quizás lo más importante de estas manifestaciones, es que hay otro horizonte que empieza a verse en la lucha no sólo antitaurina sino en general, en cualquier lucha contra la esclavitud y explotación de los animales no-humanos.

Mecha: Ustedes insisten en la importancia de desarrollar actividades distintas a los ya tradicionales plantones contra las corridas de toros ¿Por qué y cómo desarrollaron esta propuesta?

CEA-LA: Bueno, somos muchos y muchas las personas, no sólo de CEA-LA, sino también de otros colectivos de la Red que veníamos participamos con anterioridad en las manifestaciones antitaurinas. Sin embargo, no teníamos una buena impresión de estas, ya que con ellas no se ha logrado entorpecer la realización de las corridas, y al contrario, se ha empezado a generar una estigmatización contra el activismo antitaurino. Esto nos llevó a pensarnos otras formas de hacer las cosas para que por un lado fueran más eficientes y, por el otro, llevaran una propuesta más clara y radical ante la problemática. La propuesta la desarrollamos en conjunto con más gente de la Red, con un objetivo fundamental: generar organización popular y una alternativa clara que promoviera unos valores diferentes a los impuestos por la cultura especista. La idea era, pues, llamar la atención de la gente, encontrar todo lo que representa la fiesta y así promover la denuncia y el rechazo hacia todo lo que ella significa. Con la movilización queríamos que la gente se sintiera invitada y no atemorizada, queríamos que las familias, las y los jóvenes y cualquier persona, se unieran a la causa y se diera cuenta de que la esclavitud animal es un problema que le compete.

Esto nos llevo a pensar en unas actividades distintas en donde cambiara el mensaje, la forma y el lenguaje El problema no es con las personas, sino con el sistema que estimula que esta práctica, supuestamente artística, continúe desarrollándose. En ese sentido, se dejó clara la necesidad de politizar la propuesta y el espacio mismo. Esto nos llevó a ampliar el horizonte de aquello contra lo cual luchábamos, incluyendo por ejemplo a la ganadería extensiva y el paramilitarismo, la financiación pública y privada de las corridas de toros y la relación de las entidades que las promueven con la explotación y flexibilización laboral de sus trabajadores y trabajadoras.

Cambiamos el lenguaje que había sido instaurado y normalizado en muchas manifestaciones y que ocasiones consideramos machista y homofóbico. Esto nos parecía clave, pues rechazamos que en los espacios de lucha se insulte a todas las personas que tengan cara de Taurinas y más aun si se utilizan epítetos como marica, loca, puta o moza, de clara intención machista.

Mecha: ¿Es posible conectar este tipo de manifestaciones con otras luchas y problemáticas del país?

CEA-LA: Claro que sí. Estamos convencidos y convencidas de que la lucha por la liberación animal no es una cuestión aislada al sistema de explotación generalizado que en el capitalismo se ha intensificado. Las manifestaciones antitaurinas son manifestaciones de descontento popular, frente a las injusticias que cometen las clases dirigentes de este país. Tanto los animales no humanos como los humanos hemos sido víctimas de las grandes ganaderías, las cuales han financiado el Paramilitarismo y han puesto, en altos cargos a políticos fascistas para asegurar sus intereses de clase. También es importante enfatizar la solidaridad y la necesidad de la organización. El especismo y el capitalismo son sistemas organizados de explotación que no pueden ser abolidos de manera desordenada y aislada. En esto hacemos también un llamado a las organizaciones sociales a sumarse a las luchas contra las problemáticas que viven los animales no humanos, pues la causa de nuera opresión es la misma..

Mecha: ¿Cómo ven las luchas por la liberación animal en Colombia?

CEA-LA: Han habido avances en los últimos años, en términos ideológicos. El veganismo, por ejemplo, se ha difundido mucho más, se ha empezado también a hablar no sólo de crueldad sino de esclavitud; y cada vez es más evidente la relación entre el sistema político y económico con la explotación animal.

Creemos que la organización es un factor clave, que sin embargo ha sido frecuentemente trivializado. Y es por eso que aunque podemos hablar de varias luchas, no podemos hablar aun de un movimiento que confronte estructuralmente el sistema de explotación animal, tanto por la dispersión en la que se encuentran estas luchas como por su falta de cohesión en un proyecto definido y concreto de liberación para el contexto colombiano.

Pensamos que ua de las causas para que esto sea así, es que hay una especie de imperialismo que impregna la ideología por la liberación animal, no sólo en Colombia sino en toda Latinoamérica. No podemos creer que la liberación animal se agote copiando lo que nos dicen los compas de Europa o Norteamérica ya que nuestras realidades son bien diferentes. No queremos, por ejemplo, un veganismo dogmático y, además de todo, consumista que se quede en el mero rechazo a los productos de origen animal mientras promueve la demanda de soya transgénica y con ello, la devastación forestal amazónica. Para el CEA-LA el activismo no es la creación de sustitutos alimenticios y la promoción acrítica de vegetales cultivados por grandes corporaciones. Aquí, comer soya resulta ser también, ética y políticamente cuestionable y no representa una alternativa real. Estas cuestiones que son claves, son a la vez muy pocas veces reconocidas. Por eso creemos que uno de los principales problemas de la liberación animal en Colombia, es la disposición de adoptar acríticamente posturas que no caben en nuestro contexto y se preocupan poco por nuestra realidad concreta. La liberación animal, además de salir a marchar debe pensarse, por ejemplo, el modelo económico que cree representa los intereses de la madre tierra y los de los animales no humanos.

Creemos firmemente que el principio básico de la liberación animal es el veganismo, que representa la actitud ética y de respeto para con los no humanos y que ha de ser responsable política y ambientalmente con respecto a su entorno, es por eso que rechazamos la idea de un veganismo citadino y burgués que desconozca lo que pasa en el campo y que no se pregunte por el proceso de producción que esta detrás de sus alimentos.

De igual forma nos parece problemático que las organizaciones tradicionales que trabajan por la defensa de los animales no humanos y la tierra en Colombia, reduzcan las luchas al plano bienestarista, lo que mantiene en lo fundamental la cultura especista. A pesar de ello hemos empezado a percibir cambios significativos y propuestas más afines con los intereses directos de los animales no humanos en el contexto colombiano.

Mecha: ¿Desean decir algo más?

CEA-LA: Nuestra apuesta es clara: Si se ha de proponer una nueva ética hacia la construcción de una mujer y un hombre nuevo con relaciones distintas frente a la naturaleza y los demás seres vivos, esta sólo puede darse por la organización colectiva y popular, que desde las clases oprimidas, construya dinámicas de poder hacia la liberación animal, tanto humana como no humana.

Por eso quisiéramos invitarlas e invitarlos a organizarse, ha manifestarse contra la cultura especista y participar en la construcción de un mundo sin esclavitud animal.
Ese es, al menos el camino que el CEA-LA está transitando.

miércoles, 10 de febrero de 2010


LA TAUROMAQUIA Y LA CULTURA ESPECISTA

Ninguna aberración realizada por la elite y los grandes propietarios de este país deja de ser un fenómeno aislado, por más trivial y festivo que parezca. El caso de la tauromaquia, que aún no ha sido lo suficientemente aclarado, ha representado desde siempre el grado de infamia y cinismo que hacen confluir en un mismo momento gran parte de las contradicciones que tienen al país en la ruina política, ética, económica y ecológica.

La tauromaquia es el símbolo de la opulencia y el escenario en el que la clase burguesa colombiana, ufanada en el lujo y el control, desperdicia su tiempo mientras otros esclavizan y torturan, con su complicidad, a otros animales por pertenecer a una especie distinta. Y es que si bien la tauromaquia en Colombia tiene cada vez menos espectadores que hace unos años, no deja de ser cierto que continua siendo el reflejo de una creciente violencia estructural que afecta tanto a humanos como no-humanos.

Una de estas formas de violencia, de la cual es reflejo y expresión la tauromaquia, es la ganadería y su muy estrecha relación con el poder político y el uso sistemático del paramilitarismo. La obsesión por el toreo, en el cual dominan la crueldad y el machismo, siempre ha ido de la mano con el problema de la tenencia de la tierra en Colombia. Debido a la importancia económica y política de este sector, el paramilitarismo resultó ser un antídoto a la inconformidad social campesina que a lo largo del siglo XX ha visto cómo sus tierras han sido paulatinamente incorporadas a la frontera agrícola por medio de la violencia y la represión. La estrecha relación que la ganadería tiene con el paramilitarismo se puede ver claramente, por ejemplo, en departamentos como el de Córdoba donde ostentan un gran control político en la región. La triada tauromaquia-ganadería-paramilitarismo representa, pues, el mundo de crueldad y violencia política y económica que vive el país.

Otra forma de violencia presente en la tauromaquia es el especismo, o discriminación en virtud de la especie. El “espectáculo” taurino, en donde son utilizados animales no humanos para brindar entretenimiento al público sediento de sangre, es una manifestación más de la violencia antropocéntrica que caracteriza a las sociedades en su conjunto, en especial a la Colombiana. En la fiesta brava, el hombre (en sentido literal, ya que la tauromaquia es una práctica machista) pretende demostrar su valentía y su supremacía frente al toro, enfrentándosele; quiere demostrar su superioridad, su poder y su dominio frente al no humano hasta desangrarlo lentamente, porque bajo su concepción especista el animal no humano es inferior y no merece ser tenido en consideración.

Vemos que el especismo se manifiesta en el espectáculo taurino en la presumida superioridad del hombre frente al no humano. La infravaloración de sus intereses hace parte de la cultura especista que nos rodea, a través de la cual se justifica el uso de animales para el entretenimiento humano como en los circos, las peleas de gallos o de perros entre otros, así como para la alimentación y la vestimenta.

Quienes no estamos de acuerdo con la tauromaquia no podemos resignarnos, como lo sugieren los taurinos, a “respetar las prácticas y los gustos de los otros”, pues en el acto taurino se sacrifican las vidas de animales inocentes, se reproduce la crueldad, la violencia y el sistema esclavista que la humanidad había creído destruir hace más de 150 años.

Tenemos que actuar y manifestarnos teniendo en cuenta que una postura antitaurina en camino hacia la liberación animal, no sólo se opone a la crueldad hacia los no humanos, si no que se opone al sistema jerárquico en que son clasificados, es decir, a la esclavización por parte del ser humano y a su reducción a estatus de propiedad dentro del sistema de comercialización capitalista.


Las mujeres, así mismo, también somos víctimas de la cultura sexista que caracteriza la tauromaquia. Dentro de la fiesta brava también se reproducen relaciones de opresión hacia la mujer, ésta se refleja en la simbología del acto, en donde el torero muestra su hombría a través de la violencia, y en la concepción estética de la mujer, como objeto sexual. Por eso las y los antitaurinos no podemos caer en el mismo juego sexista y reproducir el lenguaje y la cultura machista.

CONTRA EL SEXISMO, CONTRA EL ESPECISMO Y POR SU PUESTO, CONTRA EL CAPITALISMO!!!
No más corridas de toros!!!!!
GANADERÍA Y PARAMILITARISMO

La ganadería ha jugado un papel importantísimo en la economía colombiana. Más aún, al igual que otros productos del sector agropecuario, la ganadería es un agente fundamental en la construcción de nación y representa uno de los pilares fundamentales del desarrollo capitalista en nuestro país. Con la ganadería, los sectores más opulentos de la oligarquía se aventuran brutalmente a la conquista de la tierra, de las culturas y territorios, y de un pueblo entero que sueña y lucha por la soberanía nacional, así como también refuerzan la esclavitud de los animales* no humanos, idea generalizada de toda civilización.


Según la FAO, la actividad ganadera es una de las que más afectan el medio ambiente. En pastoreo son utilizadas 3.443 millones de hectáreas, lo que significa el 26 por ciento de la superficie terrestre. Un 70 de esta área se está degradando sin dejar posibilidades de cultivo para las futuras generaciones. La ganadería es causante del 18 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 9 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. Más del 8 por ciento del agua total del planeta es utilizada para las actividades agropecuarias de la ganadería.


Es significativo resaltar, además, el fenómeno de aculturación. Uno de los mitos o, mejor, una de las mentiras más generalizadas de nuestra cultura, es pensar “que siempre hemos sido ganaderos”. Así lo afirmó hace poco un trabajador de Fedegan en una conferencia sobre la carne en Colombia, quien se sintió profundamente agredido cuando uno de los ponentes aseguró que el “ser ganaderos” fue una cuestión impuesta que involucró sangre, olvido y sumisión. Desde la Colonia, teniendo en cuenta el significado de la palabra, se empieza a sugerir que la ganadería es una actividad colonizadora e imperialista que sólo beneficia a la oligarquía.


Lejos de ser una actividad natural, la ganadería implicó, e implica hoy día, el uso generalizado de la violencia. Nuestras tierras, inmensamente ricas, morada de los pueblos y culturas aborígenes, se convirtieron en un recurso más para ser explotado. Pero las tierras no son solamente tierra sino también memoria; son ser, cultura, identidad de los indígenas y, para los campesinos de hoy, fuente de alimentación, socialización, creatividad… en pocas palabras, la vida misma, el desarrollo de sus capacidades, la apropiación consciente de sus relaciones sociales.


En ese sentido, la ganadería implica la pérdida de identidad por parte de nuestros aborígenes, forzados a trabajar como ganado. La palabra “ganado” significa aquello que había sido ganado, apropiado. Tanto los animales como los humanos aborígenes habían sido ganados por los colonizadores españoles. Este es el panorama cultural que configura la expansión de la ganadería hacia su modernización, es decir, hacia la imposición no sólo de una actividad económica sino asimismo cultural.


La expansión ganadera, por resultar una actividad económicamente rentable para unos pocos, significó la configuración económica y cultural de la Colombia moderna. A principios del siglo XX, la ganadería empezó un largo pero represivo proceso de modernización. Las implicaciones políticas y sociales de la apropiación de la tierra para la ganadería no tienen precedentes. Desde los discursos estatales hasta el desplazamiento forzado de campesinos, el sector ganadero desarrolló conscientemente mecanismos de integración territorial y de estratos. Las élites vieron en tal sector una manera fácil de generar riqueza, y los gobiernos, en especial los de la República Liberal de los años 30, con todo su cuento de ‘modernización’, no esperaron ni un momento para bombardear con discursos consumistas, higienistas y de bienestar. El propósito era integrar toda la población a la cultura de la carne, olvidando la sangre y los hábitos nativos de nuestras gentes.


En este orden de ideas, la ganadería involucra deforestación y destrucción de ecosistemas con el fin de ubicar los cultivos y los pastizales; además, la pérdida de la cultura indígena, que desde la Colonia se vio diezmada y obligada a un modo de producir, consumir y pensar; y también, claro está, la configuración de un desigual sistema económico que se articula a los grupos violentos del paramilitarismo. Hoy vemos este fenómeno representado por las élites ganaderas del país, que, con formas más brutales e intensas, vinculadas al gobierno paramilitar de Álvaro Uribe Vélez, buscan configurar una injusta estructura económica que reprima cualquier intento popular de transformación social.

La esclavitud animal

La ganadería priva de la libertad a millones de animales, los cuales son posteriormente asesinados bajo la idea de que es justificado y normal porque somos animales omnívoros y tenemos ‘derecho’ de apropiarnos de los animales no humanos. El mismo argumento naturalista es utilizado por los ‘ganaderos’, que afirman que Colombia es ganadero ‘por naturaleza’. Ellos son los mismos que destruyen ecosistemas, desplazan campesinos, y financian paramilitares para consolidar su poder político y económico.

Publicado en la edición 150 del periódico Desde Abajo



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